¿A qué jugamos en Colombia? Reflexiones tras el fracaso en la Copa


Desde el título de Nacional en 2016, las actuaciones del país en la Libertadores son pobres

La Copa Libertadores se ha convertido en una frustración constante para el fútbol colombiano en los últimos años. Desde el muy celebrado título de Atlético Nacional en 2016, solamente un equipo, el propio Nacional, ha superado la fase de grupos. De ahí en adelante, todos han sido sonoros fracasos, desde equipos que se fueron desarmando por el camino, como pasó con Medellín y América este año, hasta inversiones enormes que no sirvieron de nada, como la que hizo Junior con Miguel Borja, quien incluso terminó por fuera en un par de partidos.

Sin colombianos entre los 16 mejores equipos del continente, comenzaron a salir las reflexiones para tratar de entender por qué nuestros equipos son cada vez menos competitivos en Suramérica. Pareciera que la Copa de Nacional en 2016, la victoria de Santa Fe en la Suramericana de 2015 y la final a la que llegó Junior en este mismo torneo en 2018 fueran casos aislados.

Luis Amaranto Perea, quien tomó las riendas de Junior tras la cuarentena y el título que había conseguido Julio Comesaña en la Superliga, fue el primero en tratar de conseguir una explicación a lo sucedido.

“No es un tema solo de Junior, nos cuestan estas intensidades, cuando salimos a competir nos cuesta, nuestra liga no es tan fuerte como para pensar que salimos internacionalmente y con el ritmo nos va a alcanzar. Tenemos buenos jugadores, pero si competimos con estos equipos como Flamengo, ellos son superiores”, se sinceró Perea, formado como entrenador en Europa, pero que apenas vive su segunda experiencia como cabeza de grupo, tras su paso por Leones en 2018-19.

Lo de Junior, en ese juego puntual en el Maracaná que le costó la eliminación, tiene un agravante: si bien es el actual campeón de la Libertadores, Flamengo jugó con suplentes ese día.

La reflexión de Amaranto amplía la discusión. ¿A qué estamos jugando en Colombia? Y la pregunta tiene que ver tanto en la forma, lo que cada equipo pone en la cancha, como en el fondo, que está relacionado con el sistema de campeonato y con la imperiosa necesidad de responder en el torneo local, el cual tiene un calendario muy apretado.

El tema de cómo se juega en el país generó una larga y dura reflexión del técnico de Atlético Nacional, Juan Carlos Osorio, quien alcanzó a disputar con ese club una final de Copa Suramericana en 2014 y que ese mismo año llegó a cuartos de final de la Libertadores.

“Ningún equipo en Colombia juega al fútbol de posesión; y reitero, de 30 goles que pueda tener algún equipo, no tiene 10 goles con secuencia de pases en tercio medio o en campo contrario. Eso no existe en nuestro fútbol. Tampoco tenemos una liga dinámica, nos falta intensidad; por ejemplo, ayer (miércoles), después del juego (de Junior), se nota que a nivel internacional nos falta intensidad”, declaró Osorio.

Esa misma reflexión llega desde afuera, con ojos colombianos. En entrevista con Futbolred, Mauricio Sánchez, ayudante de campo del RB Leipzig, semifinalista de la Liga de Campeones, contó las principales diferencias del fútbol colombiano con lo que se ve en Europa.

“En la cultura futbolística colombiana sigue faltando mucha estructura. Aún estamos muy lejos de podernos comparar futbolísticamente con las potencias. Ya no podemos decir que todos los jugadores son iguales. Se requiere de una estructura futbolística que desafortunadamente es aún ausente en Colombia”, explicó Sánchez. “Si comparamos las estadísticas del tiempo de juego en el fútbol alemán con el fútbol colombiano, es casi el doble en el que no hay juego en Colombia”, agregó.

Ahí aparece otro factor que influye en la fluidez del juego: en Colombia se sancionan muchas más faltas que en Europa. Y en eso tienen que ver tanto el planteamiento de los equipos como las decisiones de los jueces, que cortan constantemente el juego. La Liga española es la que tiene mayor promedio de faltas en Europa: 13,8 por partido. En las primeras 15 fechas de la Liga colombiana, en 150 partidos, se sancionaron 4.571 infracciones: 30,47 por encuentro. Más del doble...

Todo eso se refleja en el tiempo efectivo de juego. En las primeras 15 fechas de la Liga colombiana, el promedio fue de 50 minutos y 49 segundos. Curiosamente, el equipo con más tiempo efectivo de juego es el último de la tabla: Patriotas de Boyacá (55:01 minutos).

Los tres equipos colombianos que este año jugaron la fase de grupos de la Libertadores tienen un factor común: todos cambiaron de entrenador sobre la marcha. En Junior ya se mencionó el cambio de Amaranto Perea por Julio Comesaña. En América, durante la pandemia, se acabó el contrato de Alexandre Guimarães y llegó Juan Cruz Real. Y en el Medellín fue despedido Aldo Bobadilla (quien, además de los resultados, salió por un incidente con un periodista) y terminó a cargo Javier Álvarez.

Eso es reflejo de la vorágine que vive el fútbol colombiano, donde ser entrenador se volvió una profesión de alto riesgo. Hoy, el entrenador más antiguo de la Liga es Hubert Bodhert, quien llegó al Once Caldas en diciembre de 2017. Aparte de él, solo César Torres, de Alianza Petrolera, lleva más de un año y medio en el cargo.

En eso tiene mucho que ver el sistema de campeonato, que le da la posibilidad a un equipo de ser campeón sin conseguir el 50 por ciento de los puntos. El octavo, antes de comenzar la fecha 16, era Junior, que tenía un rendimiento del 48,9 por ciento. Y en caso de clasificar, entraba en igualdad de condiciones con el primero. El torneo queda nivelado por lo medio, siendo generosos.

A eso hay que sumarle que en Colombia hay dos campeones por año. Juan Carlos Osorio es partidario de que haya solo una estrella anual.

La pandemia de covid-19 también afectó a los clubes que seguían en la Libertadores. Medellín perdió a Adrián Arregui, Juan Fernando Caicedo y Francisco Flores. América, a Pedro Franco, Matías Pisano y Michael Rangel. Eso también afecta el rendimiento. Por eso la Copa ya es historia para Colombia.

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