El Árbitro debe de convivir con el error Cristian Silva
Empezó a rumiar sus sueños en la Institución Educativa Juan N. Cadavid de Itagüí y hoy hace parte de la nómina arbitral de la Federación Colombiana de Fútbol
Cristian Giovanny Silva Gómez es un juez arbitral del municipio de Itagüí, con apenas cinco años en la profesión hace parte del escalafón nacional, inició su carrera en la Institución Educativa Juan N. Cadavid de este municipio, pitando lo juegos internos de su colegio. Residenciado en el barrio Santa María de la localidad itagüiseña, acabando el bachillerato ingresó al SENA a estudiar la tecnología de Gestión Humana, igualmente estudia inglés y como si fuera poco, su otra ocupación es en una tienda de ropa elegante como asesor comercial.
Pero hablar con Cristian Giovanny es palpar un ser humano lleno de sueños e ilusiones en el arbitraje, este admirador de jueces nacionales como Wilmar Roldán y Adrián Vélez, así mismo del alemán Felix Brych, se ilusiona con alcanzar la escarapela FIFA, para ello se entrena y estudia cuidadosamente para alcanzar en un futuro muy próximo sus objetivos.
¿Pero cómo empezó a hilvanar sus sueños?, nadie mejor que él para que cuente su génesis en esta dura profesión: “Desde pequeño me veía como alguien en el fútbol: Aguatero, recogebolas, director técnico, jugador, tenía que estar vinculado con el fútbol de alguna manera. Un tío de un compañero, José David Piedrahíta (Árbitro profesional), me brindó la oportunidad y me invitó a la Academia Antioqueña de Árbitros, por ese entonces tenía 19 años. Al principio no le paraba muchas bolas, estaba por estar, pero con el tiempo me fui encariñando, me puse a estudiar las reglas del juego. El profesor Giovanny Zapata, Hernando Agudelo me inculcaron las reglas y me fui interesando”.
Su primer partido en dirigir fue en la Unidad Deportiva Unión Cristiana de Bello, pero llegó tan desubicado que pensó que ese oficio no era para él: “No sabía dónde ubicarme, o dónde pararme, no sabía para dónde correr, quería meter la cabeza en la tierra como un avestruz, porque todo el mundo gritaba, era un partido de niños, los padres de familia en la tribuna hostigaban, los niños todos detrás del balón y yo parecía también un niño detrás del balón, ese día salí para mi casa y cogí el bus que no era, casi parto mi carrera en dos, pero me formé el reto, me dediqué a entrenar, a seguir pitando y poco a poco fui cogiendo más confianza pienso que ese primer partido fue el punto de partida”.
Para él ha sido un proceso duro, el arbitraje tiene sus altibajos, pero cuando hay pasión por lo que se hace, las cosas se vuelven más exitosas, comenta: “Para pitar un partido de futbol tenés que tener pasión y coraje, de lo contario no lo puedes hacer, actualmente el fútbol ha sido grato conmigo y me ha dado momentos muy buenos, no faltan los regulares pero es normal, la profesión es dura pero te da más momentos gratificantes”.
En toda esa experiencia que ha vivido en el arbitraje, no olvida un momento bastante complicado en Caucasia: “Era un partido Sub 20 en ese municipio, voy con tres compañeros: Germán Henao, Edison Hernández y Esneider Urrutia, primero me fui en moto con un compañero, el viaje fue eterno, saliendo a las seis de la mañana y llegamos pasado el mediodía. El juego era a las 3 de la tarde, el estadio estaba lleno, el calor, el bochorno y el ambiente estaba pesado, empieza perdiendo el equipo local, la tribuna se viene encima, continúa el juego y llega un penal en contra de Caucasia, la afición se vuelve más pesada, al minuto 60 en una jugada apretada a favor de Caucasia, un jugador de ellos estaba en fuera de juego, levanto la bandera y esa tribuna la sentía encima de mí, sigue el partido y la presión ya estaba encima de mí ante cualquier decisión que tomara, por fortuna me sobre puse a esa situación y así fuese tensionado todo terminó bien”.
Momentos gratos también los ha vivido: “Súper espectaculares, he dirigido varias finales de Liga Antioqueña, pero hace unos meses llegué del Chocó donde estuve acompañando al profesor Edgar Vélez un juez profesional en un partido de carácter nacional, fue una linda experiencia”.
Siempre ha tenido el apoyo de la familia, su esposa y su hijo y demás entorno familiar, esto lo motiva más porque han sido el motor que lo impulsa a continuar en su carrera.
Tiene muchos amigos de colegio que hoy son futbolistas, pero en la cancha pone una barrera inviolable con ellos: “Los amigos y la profesión hay que separarlos, he dirigido a varios amigos, una cosa es la amistad y otra muy diferente es el profesionalismo, les digo muy claramente que en el terreno de juego soy un árbitro y la que ellos hagan se las cobro”.
“El árbitro debe de convivir con el error” es una de las frases que le han enseñado muy importantes: “Si usted se equivocó no puede saldar, porque la regla dice muy clara que no se puede compensar en lo que se equivocó, pero uno es un ser humano, si echas un jugador y te queda la duda, primero no debiste echarlo porque tenías duda, pero en medio de la calentura lo echaste, resulta que para el otro equipo hay una falta similar, lo tenés que echar también, porque hay que medir con el mismo racero, a nuestros profesores no les gusta árbitros que tengan picos altos y bajos, que sean igual, lineales”.
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Texto escrito por José Tomás Cortés Díaz
Por José Tomás Cortés Díaz.
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