Mbapeé, a los pies de su compañera de clase


La estrella francesa inició su sueño aún siendo un pequeño estudiante en su colegio natal.

Hincado frente a su compañera de clase, Kylian le rogaba a aquella niña que se anotara en la plantilla de su equipo para poder participar en el torneo que su escuela estaba organizando.

Habían pasado dos días desde que su colegio ideó un torneo interno con un trofeo sencillo como premio que deslumbró tanto a Kylian que rápido se ofreció para organizar un equipo de su salón.

Pero el entusiasmo de aquel niño de 10 años se topó con un problema: todos los equipos tenían que ser mixtos y sus compañeras no querían jugar. Por eso, Kylian, acostumbrado a vivir entre las bravas calles de su natal Bondy, tuvo que arrodillarse para que esa niña jugara y cuando aceptó, tras prometerle un libro para colorear, fue el niño más feliz del mundo.

Dos semanas después, Kylian lloraba con ese trofeo de metal -que no costaba más de dos euros- en sus brazos, luego de destrozar a todos los equipos del torneo y ese mismo día le compró el libro para colorear a su compañera de clase.

Kylian supo pronto que su vida estaba destinada a la pelota. Que su parecido con Pelé iba más allá del físico. Por eso fue habitual que asistiera a invitaciones para entrenar en el Chelsea de Drogba o en el Madrid de Zidane, cuando el astro lo subió a automóvil para llevarlo a la práctica.

Pero de todas las cualidades de Kylian como futbolista, su sed por ganar fue su principal motor para ser profesional y ganar una Copa del Mundo siendo figura con 19 años.

La noche de la final en Catar, Kylian terminó cabizbajo frente a Argentina porque, a pesar de anotar tres goles y deslumbrar a todos, se fue derrotado.

Hoy Kylian dejó claro que el fútbol será suyo durante los próximos años y aunque todo el estadio lo aplaudió de pie -incluidos los rivales-, cuando recogió la bota de oro, él ni se enteró.

Porque el 10 francés solo pensaba en lo que había perdido, porque hace años Kylian dejó claro que si hay en juego una copa, así sea de dos euros o la más linda de todas, tendrá que ser suya. Y volverá por ella, porque sabe que el juego será de él y nadie lo pone en duda.

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