CELIA CRUZ

Se cumplen 10 años desde que la famosa Guarachera de Oriente abandonará con su tumbao el mundo terrenal. Sin embargo, su popular frase icónica “azúcar” sigue resonando con fuerza entre sus admiradores que la recuerdan como la eterna reina de la salsa. Razón primordial para que el 16 de julio se celebre su vida y legado musical.

Sin duda alguna la cubana Celia Cruz era una reina. Su porte, su gracia al caminar, ese donaire femenino y auténtico cargado de atuendos llamativos; y su capacidad para adaptarse a las corrientes musicales que se confabulaban entre hombres en los clubs neoyorquinos en la década de 1960, la destacan como una de las grandes figuras más prominentes de la música caribeña. Un trono que hasta el momento ha sido insustituible por las figuras femeninas que le suceden.

El productor musical y trompetista Luis “Perico” Ortiz, quien trabajó un sinnúmero de proyectos musicales con la guarachera, coincidió con esta aseveración. “Como Celia no hay nadie. Sí hay muchos talentos de otras féminas que se destacan dentro de lo que es lo tropical. Celia tenía un sentido rítmico y de sabor muy de ella. Era muy profesional sumado a que su excelencia sobresalía a la hora de trabajar con ella. Además, que su calidad humana era especial y el público lo percibía. Celia nunca se creyó artista. En Panamá los ensayos eran abiertos al público y la gente iba y compartía con ella”, sostuvo el músico que por 10 años compartió con ella en las Estrellas de Fania.

Entre la múltiples anécdotas que posee sobre la reina salsera recuerda que la vocalista era una mujer extremadamente detallista. “Mi hija nació un 31 de diciembre y todos los años Celia le enviaba una tarjeta de cumpleaños, firmada por ella. Igual cuando empezaba cada año siempre llamaba a los músicos para desearles cosas bonitas para el año. Ella y su esposo eran muy especiales y muy humanos”, narró el también arreglista musical.

Celia de la Caridad Cruz Alfonso (nombre de pila) murió a los 78 años, el 16 de julio de 2003, en su residencia en Fort Lee en Nueva Jersey, víctima de un tumor en la cabeza. Su último suspiro lo emitió al lado de su amado esposo, el trompetista Pedro Knight, y su familia inmediata. Su sepelio de más de una semana fue memorable, ya que se estimó una asistencia de más de 150 mil personas.

Además del pueblo latino, que se desbordó en atenciones para despedirse de la reina que fue trasladada en Nueva York desde la Catedral de St. Patrick y toda la Quinta Avenida, sus colegasWillie Colón, Rubén Blades, Tito Nieves, Paquito D’Rivera, La India y Jon Secada, por mencionar algunos, le rindieron tributo en su sepelio. Luego, el cuerpo de la vocalista fue trasladado de Nueva York a Miami. La “Ciudad del Sol”, con una alta población de cubanos , le dijo adiós al son de La vida es un carnaval, uno de sus grandes éxitos musicales.

Sin fronteras

La intérprete de La negra tiene tumbao realizó su última presentación artística en el homenaje titulado Celia Cruz: azúcar, en el Jackie Gleason Theatre of the Performing Arts de Miami Beach. La vocalista, de zapatos excéntricos labró una historia musical rica en producciones discográficas y distinciones. Entre los reconocimientos importantes se destacan que en 1994 recibió de manos del otrora presidente de Estados Unidos Bill Clinton, la Medalla Nacional de las Artes de Estados Unidos y en 1999, el Premio a la Herencia Latina de la Sociedad Americana de Compositores. Además, recibió cinco premios Grammy.

Grabó más de 70 álbumes discográficos en las que trabajó con la Sonora Matancera, Tito Puente, René Hernández, Sonora de Memo Salamanca, Johnny Pacheco, Fania All Stars, Ray Barreto, Sonora Ponceña y Willie Colón, entre otros. Asimismo, su voz se unió a la de Héctor Lavoe, Oscar D’León, Olga Guillot y Rita Montaner por mencionar algunos.

Inició su carrera profesional a mediados de la década de 1950, tras sustituir a la boricua Myrta Silva como solista del grupo musical la Sonora Matancera, legendaria agrupación cubana. En el 1960, el grupo logra salir de Cuba para presentarse en México y es ahí cuando la potente voz de Celia comienza a sonar lejos de su patria. Cosechó un sinnúmero de éxitos junto a la Sonora Matancera. No obstante, su reinado se consagró al unirse al puertorriqueño Tito Puente en Nueva York. En los 60, Puente trabajaba con otra de las grandes: La Lupe.

La Guarachera de Oriente y Puente crearon una de las alianzas más sólidas y fuertes de la música latina. Lanzaron en 1966  el proyecto discográfico “Cuba y Puerto Rico son…”, catalogado dentro del género de la salsa como “un disco de gigantes”. Fue con esta unión que la vocalista cubana cautivó al mercado en Estados Unidos. Luego, con las Estrellas de la Fania, viajó el mundo y además de seducir a un público exigente logró el respeto de sus homólogos varones que dominaban el género musical.

Viva en la industria

Con su muerte, los reconocimientos no se detuvieron. Al contrario, su legado ha sido inspiración para libros, discos, exposiciones y hasta un musical. Unos siete álbumes se publicaron en los meses siguientes a su muerte, con ventas millonarias. En la publicación biográfica “¡Azúcar!”, del periodista Eduardo Marceles, se destaca en síntesis quién fue la gran Guarachera de Oriente. “Fue una mujer valiente que tuvo que superar muchos obstáculos solo por el hecho de ser mujer, negra y pobre en un mundo musical dominado por los hombres”, describió Marceles.