Novecientas once palabras...
El talentoso narrador Camilo “El Cami” Grajales cuenta cómo fue sus comienzos y la bendición de haber llegado hasta donde ha escalado en este momento.
Ser narrador de fútbol es un don que pocos tienen, algunos se lanzan al ruedo y con el primer obstáculo caen y no se vuelven a parar, otros lo intentan en más ocasiones y se van acomodando, mientras unos más, aunque se les tire la puerta de los medios en la cara, por el contrario, se llenan de motivación para seguir luchando por el sueño.
A Camilo Grajales Olarte, lo conocimos en la Universidad de Antioquia a mediados del año 2016, allí era el narrador de los partidos del fútbol aficionado que el equipo del Alma Mater jugaba en su propia cancha, “El Cami” Grajales como cariñosamente se le conoce, iniciaba un largo trayecto en busca de una oportunidad en la radio, paso a paso se iba abriendo camino en el competido y difícil mundo de la narración.
Pero dejemos que el propio Camilo cuente y narre en sus propias palabras, en un artículo que el titulo como “Novecientas once palabras…”, allí habla cómo ha sido esos momentos hasta llegar a donde está hoy, en la radio comercial:
Novecientas once palabras…
“Cuando era adolescente y llegaron los videojuegos, me atreví a narrar los partidos de fútbol mientras jugaba. Las tardes no eran iguales si en la jugarreta no estaba mi narración, así que, quise pulir el idioma y entré a la Universidad de Antioquia a Lengua Castellana. Un día escribí y leí un ensayo en voz alta y la docente me dijo: “Camilo, tienes una voz muy bonita y parece de locutor”.
A la semana siguiente, me puso a leer cuentos en voz alta y así continué conociendo mi nueva faceta. Busqué dónde estudiar locución y encontré al IME, me dijeron que allí se habían formado la gran mayoría de los locutores del país.
Dos años después, terminé esa carrera y salí al mercado laboral. Para mi fortuna un productor de La Voz de la Raza me escuchó y tomó mi voz para grabarla y emitirla a nivel nacional con la cuña de un producto para la próstata. No me dieron ni un peso por ello. Regresé a la U de A para culminar mis estudios y ¡oh! sorpresa, el humorista Óscar Monsalve “Risaloca” y el comediante Dany Hoyos “Suso”, integraron los salones en los que estudiaba la licenciatura.
De ellos aprendí muchísimo y gracias a Risaloca pude narrar mi primer partido del fútbol profesional en la cabina de un estadio. ¡Qué desastre! Parecía tan sencillo en los videojuegos, pero la realidad era otra. Salí a ejercitarme, a mirarme al espejo, a morder lápices, a ensayar y a jugar con la voz, a aturdir el baño en las mañanas, hasta que un día toqué la puerta de un medio de comunicación famoso y me la abrieron, pero a los quince segundos me la cerraron en la cara. ¿Has oído alguna vez esta expresión? “No nos llames, nosotros te llamamos”.
Me entristecí mucho porque sabía que era bueno y tenía talento, pero ¿qué más hacer? Si esa es la realidad de los medios en este país, entonces decidí montar mi propio medio de comunicación.
Me fui para el estadio de fútbol de la Universidad de Antioquia, puse una mesa, un computador, un parlante y varios micrófonos y comencé a narrar los partidos para todos los asistentes. Convoqué a estudiantes para que me acompañaran e hicieran los comentarios y los reportajes y logramos consolidar un espacio para prácticas y potenciar el talento para la narración.
La Universidad vio el esfuerzo y comenzó a reconocerme y a asignarme nuevos retos en la presentación de eventos, estuve en momentos importantes: la inauguración del Coliseo, de las canchas de tenis de campo, de la nueva cancha sintética de fútbol, del gimnasio al aire libre, de los juegos deportivos universitarios y acompañé al equipo de representación a otras ciudades para transmitir las emociones de nuevos títulos nacionales, fue una época muy importante porque la verdadera escuela de radio la hice allí.
Un viernes en la tarde, mientras narraba un partido recibí una llamada de Bogotá. Era una auxiliar administrativa de Caracol Radio que quería recibir por correo una papelería mía para hacer un contrato de trabajo. Salí corriendo a buscar un computador disponible en una de las oficinas cercanas y no pude terminar de narrar ese encuentro, los comentaristas decían al aire: “el narrador está en el baño y no sabemos cuándo pueda regresar”. No pude volver y fue mi último partido en la U de A antes de entrar a Caracol Radio-Qhubo Radio.
Llegué en enero de 2017 y en los siguientes cinco años pasaron tantas cosas positivas, tantos avances y aprendizajes que pueden ser tema de otro día. Puedo adelantarles que me convertí en narrador deportivo profesional, en locutor de noticias, en voz comercial, en voice over o identificador, en voz animada o de doblaje, en operador de audio y locutor musical, en la compañía de muchas personas mientras vivíamos la dura pandemia del Covid-19, en fin, en un ser humano que valora el talento del otro y lo hace brillar y ganar. A los cinco años, salí por una decisión administrativa de reestructuración y dejé puertas abiertas, amigos que todavía frecuento y mi voz sigue llegando a los oídos de algunos y generando emociones.
También me gusta cocinar y estudié en la escuela de gastronomía Mariano Moreno. Ahora soy independiente. Reúno personas y cocino en sus casas, hablamos de variados temas, nos reencontramos con gente de la radio y disfrutamos de variados platillos. Además, transmito los partidos de fútbol profesional con el grupo deportivo “Los amigos del deporte”, por ejemplo, este sábado narraré el clásico paisa DIM vs NAL en 106.6 FM. Soy entrenador de tenis de campo avalado por la ITF (International Tennis Federation) y como docente en lengua castellana me apasiona escribir y leer.
Hace unos meses me gané un concurso de cuento corto en una fundación del sur del Valle de Aburrá. No les cuento esto para presumir o alardear, decidí hacerlo porque ese momento, cuando no era quien soy ahora, quedará grabado en la memoria. Muchos pierden la motivación ante el primer no; se mueren en vida, no luchan ni perseveran, agachan la cabeza y se van.
Cuando tengo alguna dificultad regreso a esos recuerdos y me alimentan las ganas de salir adelante. Cerraré, invitándolos a la autocrítica, a la superación y decirles que, si tienen problemas o quieren tirar la toalla, no olviden el número de palabras que les dije que tendría esta reseña porque ese código nos alerta, nos pellizca, nos toca y nos hace un llamado para que despertemos.
En un trabajo serio, disciplinado y constante, hemos logrado sumar este importante número de logros.
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