Payola: el precio de sonar en la radio


En Colombia el éxito de un músico no sólo depende de su talento. Es posible que también haya una cuota por pagar (Foto cortesía de http://radionotas.com/la-maldita-payola/) 

En el medio musical son muchos los artistas que se han visto tentados a ofrecer un pago para lograr un espacio en la radio; a la vez que más de un programador radial encuentra allí una oportunidad para “cobrar” una cuota que puede significar dinero en efectivo, artículos de valor y hasta conciertos –costeados en su totalidad por el artista-, que después ‘regala’ la emisora a sus oyentes.

A esta práctica ilegal, que se constituye como todo un hecho de corrupción en el mundo artístico y cuyas víctimas son usualmente los artistas nuevos e independientes, se le conoce como payola.

Dicho término proviene de las palabras pay (pagar) y vitrola (tocadiscos). Desde 1880 fue un fenómeno en Estados Unidos y consiste básicamente en pagar para sonar en la radio. Algo que perdura hasta nuestros días.

Todos lo comentan…

Nadie lo delata, como en la canción de Lavoe. El tema de la payola, pese a ser muy comentado y discutido en el medio radial y artístico, no es denunciado por nadie.

O, por lo menos, no hay quienes sean capaces de aceptar que han pagado para lograr la rotación de su música en la radio o que, por otra parte, han pedido y recibido dinero a cambio de hacer sonar determinados productos discográficos.

Si se habla de denunciar, ¿ante quién se declararía y con base en qué reglamentación? “En Colombia no existe ninguna ley para regular la payola, y si existiera pasaría igual que con el tema del consumo de drogas; no se cumpliría”, dice Alejandro Villalobos, director nacional de La Mega.

El periodista, con veinticinco años de experiencia en radio, considera sin embargo que un artista que tenga que estar comprando “sonadas” no tiene ningún futuro y que la única payola válida es la de entregar al público buenos productos musicales.

No sólo se paga para sonar en la radio, sino también para bloquear a otros artistas –que son competencia directa- e impedir que su música suene en las emisoras. Según Jairo de la Ossa, veterano programador radial, este tipo de payola inversa o anti-payola se ha implementado en la última década, y se constituye como una real amenaza para los artistas nacientes que esperan encontrar oportunidades para difundir su música en plataformas mediáticas como la radio, pero no logran surgir a causa de esta forma de corrupción cultural.

Si hay un gran afectado por ésta problemática, además de un sinnúmero de artistas independientes, es la reputación de la marca de aquellas emisoras radiales que acceden a recibir un pago y que promueven la práctica de este delito, que en países como los Estados Unidos se penaliza.

La payola supone los cargos de soborno y competencia desleal, acciones ilegales que, en Colombia, no son tratadas como tales por los estatutos reglamentarios.

El artista vive de los sentimientos

Además de talento, se necesita dinero para surgir como artista”, afirma Fernando Caballero, compositor del éxito ochentero Igor y Penélope, quién después de haber intentado –infructuosamente- recorrer un camino por la música y hacer su vida alrededor de esta, terminó dedicándose de lleno a la arquitectura.

Según Juan Carlos Garay, periodista y crítico musical, un respaldo económico fuerte es lo que determina el éxito de un artista. Una investigación desarrollada por Garay reveló que desde hace cinco años, el 99 % de los artistas que más suenan en radio en Colombia pertenecen a cuatro importantes sellos disqueros: Sony, Emi, Warner y Universal.

“Es eso o que tu papá sea millonario”, dice el crítico de música, quien agrega que el hecho de que una gran disquera le firme a un artista, le garantiza todo; porque éstas tienen el vínculo directo con las emisoras radiales y el presupuesto necesario para efectuar los pagos “pertinentes” a los programadores.

Espacios como los que ofrecen las radios culturales y universitarias, son un oasis para los buenos músicos, dice Garay. Las emisoras de este tipo –no comercial- les abren la puerta a nuevos músicos que intentan mostrar sus trabajos, sin muchas pretensiones; precisamente porque quienes manejan estos medios son –por lo general- universitarios y académicos que sólo cumplen con expresar sus gustos musicales, basados en un criterio honesto y verdadero.

“Para mí la música nunca ha significado dinero. Lo mío no es el dinero a través de ella; es la satisfacción personal de ver lo que puedo hacer”, dice Fernando Caballero, un compositor nato que, como consecuencia de la payola, tuvo que cambiar las partituras por los planos; y empezar a construir edificios en vez de canciones.

El papel del productor

Los programadores de radio dicen basarse en unos criterios específicos y objetivos para escoger la música y los artistas que hacen parte de su parrilla de programación. Pero para entender qué producto es considerado bueno por  los que están al frente de la radio, primero hay que conocer cuál es la tarea de un productor musical y en qué medida su aporte puede acercar o alejar a un artista del éxito.

En “The Beatles: biografía autorizada por Hunter Davis”, se encuentra que Los Beatles enfrentaron más de un problema cuando fueron a grabar su primera prueba en Decca (sello de grabación musical británico). Con canciones como Hello little girl, Bésame mucho y Sheik araby, el grupo audicionó y la respuesta que recibieron de los productores fue que “esa  música de guitarras pasaría de moda muy pronto; que no funcionaría”.

Pero sólo bastó con que sus canciones fueran escuchadas por el público para que la visión de aquellos productores pasara a ser considerada una gran equivocación.

El productor es una persona contratada para manejar y desarrollar un  proyecto artístico, hasta que este salga al mercado. Es quien canaliza las ideas que tiene el artista, con el fin de desarrollarlas de una manera que el público las entienda y las digiera.

También es labor del productor representar al artista ante la disquera y al público ante el artista; crear el sonido con el que se proyectará; además de ser el responsable de la parte ejecutiva, del dinero que se estime necesario para producir un trabajo discográfico.

Eduardo de Narváez, productor e ingeniero de sonido de discos como “Clásicos de la Provincia” (de Carlos Vives), dice que su trabajo consiste en pasar las ideas del artista de lo particular a lo universal. Pero así como el productor debe tratar con los sentimientos, al tiempo tiene que tomar decisiones de mercadeo.

“Hace 20 años el sueño de todo artista era grabar un disco, venderlo, recibir las regalías correspondientes y hacer conciertos. Vivir de todo eso”, dice de Narváez para establecer una comparación con la actualidad, en la que –según él- ya eso no existe, dado que ahora los músicos cuentan con múltiples redes sociales que funcionan como una plataforma o trampolín que los puede llevar a ser reconocidos por la gente.

“Hoy, la grabación de un disco no es más que una tarjeta de presentación con la que se consiguen conciertos y fama. Si eres muy buen artista, pero no te escuchan por ningún lado, no eres nada”, puntualiza.

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